Teatro

LOS HIJOS DE KENNEDY

LOS HIJOS DE KENNEDY

Título original:
Kennedy's Children
Autor:
Robert Patrick
Director:
Josep Maria Pou
Estreno:

El 26 de septiembre de 2013 en el Teatro Arriaga de Bilbao.

El 10 de octubre de 2013 en el Teatro Alcázar-Cofidis de Madrid.

Sobre el espectáculo

Producción:
Trasgo Producciones y Focus
Ayudante de dirección:
José Luis Massó
Traducción:
Josep Maria Pou
Adaptación:
Josep Maria Pou
Escenografía:
Ana Garay
Vesturario:
Ana Garay
Iluminación:
Juanjo Llorens
Caracterización:
María García, Amparo Sánchez.
Sonido:
Isabel Montero (Espacio sonoro)
Intérpretes:

Emma Suárez (Wanda)
Fernando Cayo (Sparger)
Ariadna Gil (Rona)
Alex García (Mark)
Maribel Verdú (Carla)

Gira:
Seis meses de gira por toda España.
Premios:

2.014.Fernando Cayo, Premio "Meliá Recoletos" de la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid. (Mejor Interpretación Masculina)

Más información:

Confección de vestuario: Alberto Valcárcel. Realización peluca Marylin: Amparo Sánchez. Profesor de claqué: Arnaldo Lasorli. Fotografía:V Sergio Parra.

Más información


Sobre la obra

Érase una vez una década fabulosa, la de los años 60, una explosión de vida y de juventud, cantidad de gente joven con ideas sólidas por las que luchar, con auténtica necesidad de afirmación, con fé. Pero algo cambió. De pronto me di cuenta de que toda esa gente a la que yo había conocido y tratado, todos aquellos que habían estado conviviendo conmigo durante gran parte de la primera mitad de la década de los 60, se estaban echando a perder. Habían sido valientes y ambiciosos y ahora de repente se estaban convirtiendo en algo estático, quieto, sin vida. 

Noté, con auténtica alarma, que cuando quería reunirme con alguno de ellos, tenía que ir a un bar. Los bares, dicho sea de paso, habían sido durante esos años, habían sido la antítesis de nuestra forma de vida, vivíamos en la calle, no queríamos pisar un bar ni en sueños, pero ahora, mis amigos, estaban allí, sentados, dejándose morir lentamente ante un vaso de cualquier cosa con el recuerdo de una época que ya terminó: los años marcados por la impronta del estilo Kennedy. Y viéndoles allí, sentados en el bar, en silencio, aislados, surgió mi función. 

Estos son Los Hijos de Kennedy, antihéroes de una época dramática que prácticamente murió cuando comenzaba a vivir, en noviembre de 1963. En mi obra hablo de los hijos de John Lennon, Mahatma Gandhi, Marilyn Monroe, Luther King, tanto como de los de J.F. Kennedy, porque hablo del fracaso de los héroes, porque la gran tragedia de los años 60 fue, concretamente, que todos los héroes fracasaron, murieron o fueron asesinados, se vendieron o simplemente desaparecieron, provocando la fragmentación consecuente. 

Y esta es precisamente la estructura de la obra: fragmentos, fragmentos, fragmentos. Esta era la forma que necesitaba y que había estado buscando durante mucho tiempo. Algo abierto a todo tipo de montajes e interpretaciones, algo que pudiera servir para las más variadas puestas en escena en los más diversos puntos del globo, pero algo con lo que expresar invariablemente la falta de relación humana, la falta de comunicación, la tragedia de aquellas gentes que quieren ayudar a sus semejantes, que tienen mucho que ofrecer a los demás, que tienen necesidad de comunicarlo y hacerlo urgentemente, y que sin embargo están sentados, inmóviles y aislados del resto del mundo. 

Robert Patrick

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Cinco personas en un bar.

O cinco personas solas, una a una, en cinco bares distintos.

Cinco hijos de su tiempo.

Cinco "hijos" de la era Kennedy.

Y los cinco viviendo -reviviendo-, a golpe de recuerdo y trago largo, lo que ha sido y no ha sido de sus vidas y del tiempo que les tocó vivir.

¿Cualquiera tiempo pasado fue mejor?

Los cinco, desde el escenario, tienden una mano al espectador y le invitan a un viaje en el tiempo: la década de los 60 (del siglo ya pasado), cuando todo estaba por hacer y todo era posible.

La década de los jóvenes, de los derechos de la mujer, del Poder Negro, el movimiento gay y la contracultura; la de la guerra del Vietnam, los misiles nucleares y el bloqueo de Cuba; la del movimiento hippie, el muro de Berlín, el mayo francés, la píldora anticonceptiva y el "Haz el amor, no la guerra".

La década de la bohemia y la disidencia.

La década del amor libre, la psicodelia y el pacifismo a ritmo de marihuana.

La década musical por excelencia. La década de los Beatles, la de Janis Joplin y Jimi Hendrix, la de Bob Dylan y Joan Baez, la de Woodstock 69, "Hair" y  "All you need is love".

La década de Martin Luther King, el Che Guevara, Neil Armstrong y Marilyn Monroe.

La decada de John F. Kennedy.

Del asesinato de John F. Kennedy.

Un 22 de noviembre de 1.963.

Hace ahora 50 años.

Hoy el mundo es otro.

Y nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

¿O sí?

José María Pou

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Sobre el autor

Robert Patrick EEUU, 1.937

Robert Patrick es autor de teatro y homosexual. Es también poeta, letrista de canciones, escritor de cuentos y novelista.

De familia trabajadora, sus padres se mudaban muy a menudo en busca de trabajo, por lo que nunca fue a la escuela de manera continuada. Las únicas constantes culturales en su vida eran los libros, las películas y la radio. Conoció el teatro, de manera esporádica, en alguna escuela, y se enamoró definitivamente de los escenarios mientras trabajaba de lavaplatos en el teatro de Kennebunkport (Maine).

En uno de sus primeros viajes a Nueva York, en 1.961, descubre casualmente el Caffe Cino, el primer teatro underground del Off Off-Broadway y se queda allí, trabajando de manera gratuita en cualquier cometido, mientras observa y participa en la producción de docenas de obras de teatro. Después de haber escrito algo de poesía, en 1964 escribe su primera obra de teatro, "The Haunted Host". Fue un éxito. A partir de entonces la dramaturgia se convierte en su actividad  principal y hoy es  autor de más de 60 obras estrenadas y publicadas.

Durante la década de 1960, Patrick fue un auténtico pionero en el teatro Off-Off-Broadway y el movimiento de teatro gay, con más de 300 producciones de sus obras durante esta década, solo en la ciudad de Nueva York. En 1972, Samuel French, editorial de textos teatrales y gestora de derechos de representación, calificó a Robert Patrick como el "dramaturgo más representado en Nueva York".

En 1973,  Kennedy's Children de Patrick se estrenó de manera modesta y casi anónima en la trastienda de un pub de Londres. El éxito la llevó al West End y de inmediato se hicieron nuevas producciones por todo el mundo. En 1.975 se estrenó en Madrid. Patrick viajó mucho, desde Anchorage a Ciudad del Cabo, para ver los distintos montajes de la obra.

Hola, Bob, un relato de las experiencias obtenidas por el propio Patrick con la producción de Kennedy's Children fue la última obra que él dirigió antes de dejar la ciudad de Nueva York.

Robert Patrick ha escrito también guiones para cine y televisión, y ha aparecido en los documentales, Resident Alien (1990) (con Quentin Crisp) y Wrangler: Anatomy of an Icon (2008).

Recientemente, ha escrito y publicado sus memorias, Film Moi or Narcissus in the Dark .

Se retiró en 1990, y vive en Los Ángeles desde 1993.

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Hablando con el dramaturgo de Kennedy's Children, Robert Patrick (Publicado en Unscripted blog por John Beer el Nov 8, 2010) 

El Caffe Cino de Nueva York acogió una auténtica revolución teatral a principios de los años 60, cuando dio origen al movimiento Off-Off Broadway. Uno de sus dramaturgos residentes era el prolífico Robert Patrick. Su obra Kennedy's Children, que examina el legado de los años 60 en una serie de monólogos interconectados, se convirtió en un éxito rotundo en su estreno en Londres a mediados de los años 70. El Promethean Theatre Ensemble repone actualmente la obra en Chicago. Hablé con Patrick por teléfono en su casa de Los Ángeles el 1 de noviembre, un día antes de las elecciones.

Empecemos hablando de cómo le ha ido a Kennedy's Children en Chicago.

El espectáculo se hizo por primera vez en Chicago con la compañía de Shelley Winters [en el Studebaker Theatre en 1976; la producción también contaba con Farley Granger] y ella les dijo a los miembros del reparto que podían improvisar: fue una pesadilla. Eso arruinó mi reputación. Llevaba un año trabajando con una compañía llamada At the Drama Shelter. Me había forjado una buena reputación en Chicago y Shelley Winters la arruinó. Además de arruinar mi carrera en todo Estados Unidos, si es que la tenía; ella la arruinó.

¿Sabía que ella planeaba improvisar?

Me enteré la noche del estreno. Y amenacé con demandar al productor que lo había permitido. Amenazó con demandar a Shelley. Y Shelley se fue del país. No estoy bromeando. Fue un fiasco, fue divertido. Pero ya es suficiente.

Ahora que lo pienso, no he tenido mucha suerte en Chicago. Un compañero hizo una obra mía en Chicago hace un par de años, y las críticas fueron muy raras. Descubrí el motivo cuando finalmente cedió y me envió un DVD del espectáculo. Había hecho el primer acto como una lectura escenificada, el segundo acto a través de la televisión, y sólo en el tercer acto los actores actuaron en el escenario. Y cuando le reprendí por esto, me dijo: "Pero no cambiamos ni una palabra".

Según tengo entendido, ¿se ha retirado de la dramaturgia?

Dejé el teatro en 1990. Francamente, me estaba matando, haciendo obra tras obra tras obra. A veces tenía tres o cuatro en marcha a la vez en Nueva York. Al cabo del tiempo, y como seguía seindo pobre, la única manera de tener un hogar era dormir en la cabina de iluminación de cualquier teatro que estuviera haciendo mis obras. Era el dramaturgo más producido de Nueva York y dormía en la cabina de iluminación. (Debe ser muy temprano para que te esté contando todo esto).

Finalmente un día, en octubre de 1990, estaba llevando un sofá a la espalda a LaMama para una función, y empezó a llover. El sofá se mojó, y cada vez pesaba más. Cuando llegué al teatro, caminaba prácticamente a cuatro patas. Me tumbé en el escenario con el sofá encima, y entonces una actriz llamada Carol Nelson llegó para el ensayo. Levantó el sofá para que pudiera salir, me dió un café y me dijo: "Bob, hace años que quiero preguntártelo. Yo hago esto porque evita que me sienta como un simple oficinista, y puedo llevar ropa bonita, y la gente me aplaude. ¿Por qué lo haces tu?" Y por primera vez no tuve respuesta. Ese fue mi último espectáculo en Nueva York. Me fui de Nueva York, porque ¿para qué estar allí si no hacía teatro?

¿Lo echas de menos?

Ya echaba de menos el Nueva York en el que crecí. El Off-Off Broadway, que para mí era el auténtico Nueva York, había cambiado mucho. Mi Nueva York había desaparecido, y me fui, vine aquí y conseguí un trabajo de crítico de películas porno, que es lo que hago ahora para ganarme la vida. En este mismo momento estoy tratando de decidir  si voy a criticar una que se llama "Kennel Master" u otra que se llama "Torrid Twinks". Suelo recurrir al orden alfabético para decidir. (No puedo creer que vayas a publicar esto).

¿Qué ha cambiado en Off-Off Broadway?

El Off-Off Broadway se hacía en lugares en los que el personal se ganaba la vida de otra manera: iglesias, cafeterías, galerías de arte, bares... y por eso no tenían que cobrar entrada. De hecho, no podían cobrar entrada. Y, por tanto, no tenían que hacer un teatro comercial. Y así, por primera vez en la historia, el teatro entró en la era moderna, como cuando los impresionistas empezaron a pintar como querían en París. Fue la mejor época del mundo para hacer teatro. Produjo grandes dramaturgos: Lanford Wilson, Sam Shepard, John Guare, Tom Eyen, que luego hizo Dreamgirls, etcétera, etcétera, etcétera.

Luego, básicamente, llegaron las subvenciones y eso atrajo a toda una nueva clase de gente que se dedicaba a ello por el dinero. Yo ya no lo reconocía. Nosotros habíamos convocado a gente con vocación, con ganas de labrarse una carrera; por eso trabajé con At the Drama Shelter; era gente maravillosa que tenía el espíritu original. 

Ya sabes, todos los teatros pequeños como el Promethean, lo sepan o no, surgen de las entrañas de Joe Cino, que nos dió el suelo de su café para hacer lo que quisiéramos hacer en él, y creó la idea misma del teatro como forma de arte. El Prometheoan y miles de teatros de todo el mundo le deben su existencia. Sam Shepard, por cierto, estará en la ciudad esta semana para aceptar un premio del Chicago Tribune. Si te encuentras con Sam Shepard cuando esté allí, ¿podrías decirle que me llame?  Tengo un archivo de 74 páginas de fotos del Caffe Cino en Internet, y Sam hizo una obra de teatro en el Cino y estuvo mucho por allí. Ahora se ha convertido en una estrella de cine tan grande que es imposible llegar a él. Así que dale la mano a Sam de mi parte y dile: "Llama a Bob; quiere que le digas algo sobre el Cino". ¿Lo harás por mí? Y también a Bernadette Peters y a Al Pacino si se pasan. Me temo que todos se han convertido en grandes, enormes, gigantescas estrellas de cine. Pero hubo una época en que no lo  eran.

¿Qué le inspiró Los hijos de Kennedy?

En 1973, entré en un bar llamado "Phebe's", al que llamaban el "Sardi's" de Off-Off Broadway.

Todavía sigue en el East Village.

Sí, pero ahora es un bar deportivo con televisores por todas partes. Nada que ver. Un día fuí a poner un cartel para un espectáculo de esa misma noche. Y después de pegar el cartel, miré a mi alrededor y no había mucha gente esa tarde, pero había tres o cuatro personas a las que conocía. Estaban sentadas lejos unas de otras. Me acerqué a saludarles y, para mi sorpresa, recibí solo algunos saludos algo cortantes y volvieron enseguida a concentrarse en sus bebidas.

No era nuestra costumbre estar en los bares por la tarde. Se trataba de gente tan enérgica, tan creativa y tan dedicada al teatro como yo. Así que me senté y me tomé una coca-cola y les observé y me di cuenta de que estaban teniendo monólogos internos, pero cada uno por separado. Mi corazón estaba con ellos, pero esa parte tan egoísta del corazón del dramaturgo estaba obviamente trabajando y diciendo que hay una obra de teatro en esto en alguna parte. Entonces el camarero cogió el mando de una televisión que había en la pared (eso también era nuevo, nunca había habido televisión en Phebe's) y empezó a hacer clic. El sonido estaba apagado, pero él se limitó a pinchar de canal en canal.  Y había un león que se comía a una gacela, y luego ¡clic! un brillante coche nuevo, y luego ¡clic! un anuncio de pasta de dientes, y ¡clic! unas personas amotinadas por algo, y ¡clic! una madre de comedia sermoneando a un niño; y me dí cuenta: Esta es la obra. Simplemente partiremos de un monólogo interior y sin pausa haremos clic a otro, y luego a otro, y luego al tercero, luego al segundo, luego al quinto, y luego de vuelta al primero... Ahí estaba la obra.

Tuvo un éxito bastante espectacular en Londres.

Un actor que había comprado los derechos intentaba conseguir que alguien la hiciera y nadie quería. Finalmente me llamó para decirme que la obra se iba a estrenar en un bar de Londres y que si podía ir. Así que llamé al Drama Shelter de Chicago, que había oído que hacía mis obras.Estaba dispuesto a amenazar con demandarlos si no me daban dinero. Y me dijeron: "Oh, ¿dónde estás? Tenemos miles de dólares apilados para ti". Y me llevaron primero a Chicago y luego a Londres, donde dormí en el almacén del teatro donde se guardaba el carbón y patatas. La gente que dirigía el teatro dijo que no esperaban nada de la obra, pero que estaban en bancarrota y a punto de cerrar y que bien podían cerrar con una obra que les gustara. Pues bien, al día siguiente del estreno firmé contratos para que la obra se tradujera a sesenta idiomas. Y fue un éxito enorme de prestigio en Londres, y en el continente, y en África, en Brasil y Venezuela.  Por desgracia, la obra fue un gran fracaso en Broadway.

¿Por qué fue eso, cree usted?

La acústica del teatro neoyorquino era tan mala que hubo que prescindir de toda la puesta en escena y los actores se limitaron a bajar al centro del escenario y desde allí a gritar sus monólogos. Además, en el teatro de al lado se representaba "Grease" y los números musicales se filtraban por las paredes. Pero también es cierto que cuando se estrenó en Londres los críticos londinenses se metieron mucho con los neoyorquinos por no haber hecho todavía la función, y esto tuvo bastante que ver, supongo. Puede que sólo sea una paranoia del dramaturgo, pero parecía que hubiera algún tipo de reacción en contra. Sin embargo, la obra ha tenido un éxito tremendo desde entonces, y creo que ésta es ya la quinta o sexta producción en Chicago.

Treinta y cinco años después, ¿cómo cree que Los hijos de Kennedy habla de nuestra situación actual?

Esa es una muy buena pregunta. ¿Cómo puede ser relevante el pasado? Los personajes de la obra se presentan de la forma más artística y atractiva que sé hacer. Con el lenguaje, la estructura dramática, el humor y el patetismo del que soy capaz, pero lo importante para mí, lo central, es el pueblo, la gente. Y no veo que ahora haya ningún pueblo en movimiento. Siento que este resurgimiento republicano, lo que llaman el Tea Party, no tiene nada que ver con la política. Tiene que ver con personas que están terriblemente asustadas, porque eligieron a personas que dañaron el país, tal vez irremediablemente. Y se sienten estúpidos y malvados. El Tea Party les dice: "No sois estúpidos y malvados", y se apresuran a hacerles caso. El contenido político es totalmente irrelevante. El contenido personal y emocional es la razón por la que es muy probable que mañana empecemos a poner a tiranos, tontos y ladrones en el cargo. Así que en ese sentido no hay ningún tipo de consignas; todo es cuestión de personas. Todos son Edipos preguntando a los oráculos "¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo ser moral? ¿Cómo puedo sentirme bien conmigo mismo?". Edipo tuvo que sacarse los ojos y esta gente, para sentirse bien consigo misma, puede muy bien acabar con la etapa occidental de la civilización.

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