A partir de la obra de Marguerite Yourcenar
Dirección de escena Josep Maria Pou
Dramaturgia Marc Rosich
"En materia de vida personal, hay que decirlo todo con firmeza y sin equívoco o, por lo contrario, no decir nada en absoluto", se puede extraer de la correspondencia de Marguerite Yourcenar.
De hecho, la autora francesa nunca dejó de mostrarse tímida y reservada en el plano público, y siempre quiso que fueran sus personajes, tras las máscaras de la ficción novelada, los que tomaran partido y hablaran sin tapujos sobre su mundo, y por extensión nos dieran a vislumbrar las aparentemente huidizas, pero firmes, opiniones de su autora. Según ella confiesa en otra misiva, "toda obra literaria se construye en parte para revelar y en parte para ocultar ese yo que jamás se basta, pero que jamás está ausente." De toda la obra completa de la autora, es en Fuegos donde su voz íntima se revela de manera más clara y sin pudor.
En Fuegos, Yourcenar deja de lado por unas páginas su figura públicamente tímida y reservada, para mostrar sin ninguna vergüenza la herida abierta de una de las decepciones amorosas que más le marcó en sus primeros años, cuando todavía vivía en Francia: una historia de amor no correspondido, e incluso podríamos tildar de imposible, con el joven editor y autor André Fraigneau. Tras asumir la decepción, Yourcenar se refugia en Grecia, en una de sus acostumbradas largas estancias en el país, y allí, a modo de purga, como si quisiera sanar de esa melancólica enfermedad, la autora vierte todo el dolor de su corazón en la escritura. El resultado fue una colección de prosas poéticas en el que se combinan monólogos proferidos por figuras inspiradas en el mundo clásico (desde las griegas Safo, Clitemnestra y Antígona hasta llegar incluso a la bíblica María Magdalena).
Como comentario a pie de página a estas piezas breves y funcionando como ligazón unificador de las prosas, Yourcenar incluye una serie de interludios en primera persona, extraídos de su diario personal, donde no esconde la herida abierta y ofrece aforismos, pesimistas y clarividentes, alrededor del sufrimiento amoroso. Estas confesiones crudas, de las que podemos extraer carismáticas citas como "qué aburrido hubiera sido ser feliz" o "espero que este libro no sea leído jamás", dialogan por yuxtaposición con el vuelo poético de los monólogos, siendo materiales complementarios, cara y cruz de la misma moneda emocional.
La lectura atenta de la pieza nos hace descubrir en su combinación dual de textos un gran potencial dramático. Tanto los monólogos de las máscaras clásicas como la misma palabra íntima de Yourcenar que se intercala entre éstos parecen pedir a gritos la adaptación para la escena, la exorcización de esas voces en actrices de carne y hueso.
Y es con este convencimiento que afrontamos la relectura de Fuegos para convertirlo en la base dramatúrgica de un espectáculo del mismo título, para representarlo en escenarios tan afines al mundo clásico que tanto amaba Yourcenar como son el Festival de Mérida y el Festival Grec de Barcelona, con sus anfiteatros al aire libre.
La estructura de nuestra propuesta, de hecho, reposa en gran parte sobre los cimientos textuales de Fuegos. En esta obra, y quizá sea por el recurso de la prosa poética que libera a la autora de los anclajes argumentales necesarios de sus novelas, la palabra de Yourcenar vuela más libre. Las máscaras de ficción detrás de las que normalmente se esconde en su obra más canónica se vuelven menos opacas, dejando traslucir de manera mucho más evidente las pasiones de su yo íntimo.
A la hora de convertir Fuegos en espectáculo teatral hemos querido seguir intuitivamente esta división marcada por la misma Yourcenar en el libro. Así, nosotros imaginamos un espectáculo para cuatro actrices en el que las voces se dividen de la manera siguiente: una de ellas interpretará a la voz de la propia Yourcenar, adoptando su palabra intemporal y poética a partir de los materiales extraídos de los interludios en primera persona; por otro lado, las tres actrices restantes, serán las creaciones de su imaginación, instrumentos para su camuflaje emocional, que incorporarán a las máscaras clásicas de las que se sirve la autora para ahondar en las mil facetas de su melancolía amorosa. Ante la mirada de Yourcenar, estos fantasmas de la creación toman forma y es ella misma quien los modela y modula ante la mirada del espectador. Es la voz misma de Yourcenar quien, a partir de sus intentos de comprender los límites dolorosos de su pasión, exorciza esas figuras y les da vida. La tensión dramática de la propuesta se encuentra justamente en el diálogo entre la voz de Yourcenar y sus creaciones literarias, entre la fachada inexpugnable de sobriedad y reserva que siempre transmitió la autora y las irrefrenables pasiones que quemaban en su interior y que ella intentaba domar y dominar para que no fueran expuestas a la luz pública.
Como ligazón de la propuesta dramatúrgica y para redondear el retrato íntimo que se ofrece de la autora, también se utilizarán fragmentos breves de algunas de sus poemas (que pueden verse como una extensión del yo lírico que se anuncia en los interludios autobiográficos de Fuegos), así como algunas citas extraídas de diverso material documental. Estas pequeñas operaciones de cirugía dramatúrgica servirán para realzar los valores intrínsecos de los verdaderos cimientos de la propuesta teatral, que bebe directamente de las pasiones que la autora desata en Fuegos.
Al fin y al cabo, en el centro de nuestra propuesta hay la intención de ahondar en la manera personal con la que Yourcenar demuestra acercarse a todos los temas del corazón, una manera aparentemente analítica, calculada y fría, pero al mismo tiempo hiriente y dolorosa, una forma de entender el amor que no tenía nada de tópico romántico, pero que a pesar de eso ardía de manera devastadora. La misma autora se lo recuerda a Bernard Pivot en la entrevista que en 1979 le hizo para su programa APOSTROPHES, donde citando a su admirado Jean Cocteau, apostilla: "Si mi casa ardiese en llamas, ¿qué salvaría? Sólo querría salvar el fuego."